“Adorar es deleitarme con todo lo que soy en todo lo que Él es” David Morse
La adoración, aunque tiene una dimensión personal y privada, lo esperable es que se manifieste públicamente y se note al estar congregados.
La adoración a Dios ha de mostrarse en el evangelismo, en la comunión unos con otros, en todas las muestras de servicio, en los tiempos de alabanza… y por supuesto, en la vida de santidad de cada uno.
Una vida de adoración va a alumbrar, se notará en casa, en el instituto, en el trabajo, con los amigos, en la Iglesia extendida por cada barrio día a día, y en la Iglesia reunida.
Una mayor comprensión de lo que ocurrió en la cruz, permitirá que fluya una vida de adoración auténtica.
Por Esteban Figueirido